domingo, 24 de julio de 2011

Utoya ya no es un paraíso.

   
    Hace un tiempo advertí (creo que también en éste blog, disculpadme mi memoria) que la ultraderecha avanzaba de forma preocupante en Europa, causando más impacto, quizás por su naturaleza y condición de países pacíficos, en Suecia y Noruega. También hace poco lo he comentado en botellones y reuniones de amigos, y, la verdad, no es que me autoproclame visionario, es simplemente que al final ocurren las cosas que se ven venir.
    Llamar a la matanza de Utoya 'crónica de una muerte anunciada' es probablemente demasiado literario, pero no por ello deja de ser real. Se lleva advirtiendo desde hace cosa de un año un avance de la extrema derecha radical en  el centro y norte europeos. Ya en Suecia, país tolerante por excelencia, aumentaron de forma escandalosa los índices de xenofobia en los últimos meses, y en varios países, partidos del mismo signo han ido ganando terreno de forma peligrosa.
    No se puede responsabilizar a un partido político del crimen cometido por un individuo con aspiraciones genocidas, pero no se puede olvidar que ciertas teorías o ideologías han promovido con mayor facilidad este tipo de hechos en la historia más reciente. Hay ideologías dañinas, y hay individuos dañados por ellas que terminan cometiendo horrores que sólo nos parecen posibles en el séptimo arte.
    La isla de Utoya, en Oslo, es históricamente un paraíso de paz, compromiso y buenas intenciones para los jóvenes laboristas noruegos. Cada verano, compartiendo compromiso e ilusión, llegan allí cientos de noruegos que sueñan un mundo mejor. Éste verano, un auténtico SUBNORMAL ha intentado acabar con ese remanso de paz y ha asesinado al menos a 84 personas cuyo único delito era ser de izquierdas. Una vez más uno piensa en esa frase tan necesaria muchas veces 'paren el mundo que me bajo'.
    No voy a relatar la barbarie de éste individuo, simplemente voy a quejarme de lo que me parece un problema del que muchos políticos deberían sentirse responsables.

    La historia, por más real que fuera, también puede estar equivocada. A los aspirantes a nuevos Hitlers recordarles que hay muchas cosas mejor que hacer que minarse la cabeza con ideas absurdas, las que hace 50 años eran igual de absurdas pese a que fueran dominantes. La historia contemporánea está siendo escrita por otras gentes entre las que no tenéis ninguna validez por muchas armas que consigáis para intentar destrozarla.



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