miércoles, 25 de julio de 2012

Me pajeo, me tumbo, y me mareo.

    Y de repente me dan ganas de sentarme, hacerme café, liarme un Pueblo y volver a golpear éste teclado de manchas sospechosas. La vida errante, el errar en vida. Yo que coño sé. Algo que me quema y me atormenta como letra desgarrada de canción patética, fetén de varietés o espectáculos de pueblos veraniegos.
    He pinchado tanta música éste verano que me sudan los dedos de pensar qué ponerme ahora para escribir. Mozart me aburre, Tchaikovsky no confía en mí y Rosana ya ni siquiera es icono de bolleras. Veranos de brisas cambiantes, de interior a costa pasando por manchas vacías que al final se quedan en bonitos rincones, paseos empedrados o cuadernos que quemas por escribir con Pilot. Al final siempre es mejor el BIC, amigos.
    Ser pionero de la verdad, abanderar críticas enfurecidas o sentenciar con un dedo firme y a la vez tembloroso por un parkinson que adivino no muy lejano, son papeles que me apasionan. Pero, como dije en aquella falsa despedida, ahora es tiempo de observar. Ese ojo que todo lo ve pero que ahora no todo analiza. Por desgana puede ser, apatía que es mi palabra favorita o un gran proceso de aculturación que quiero internar en mí para despojarme de tanta mierda. Ay las mochilas! nunca quise mochilas y ahora no doy dos pasos sin ella. Toalla mojada de un día anterior y una biografía de Lola, la Flores, que por ser bandera nunca cupo en un balcón.
    Torbellino de colores que pretendo remover más que nunca. Los amigos siempre están, los que fueron volverán, y las que se casan quizás encuentren esa suerte que en mí doy por zanjada. Mejor dicho, gastada. Alegría de volver a golpear este teclado seméntico, como le gustaría a Baena que lo llamara. Alegría por recuperar caminos que antes fueron empedrados y se allanan para conducirme a una playa serena, con olas y con biografías de divas errantes.
    Verano que has venido a mí, ojalá llegues de la misma forma a todo el que de tí tenga sed.

    Un muy feliz Jesús Galeote.



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