Empiezan a cansarme un poco los discursos de mi paisano. Y no es que Banderas anteriormente fuera el escándalo personificado, pero vestía una pasta más canalla marcada por el rompedor Almodóvar. Se convirtió, gracias al manchego, en todo un icono de el cine de vanguardia en la España ochentera, y fue el chico almodóvar más caliente cuando se llevaba éso de ser chico almodóvar. Erotizó al personal homosexual de un país que aún entonces caminaba hacia 'algo nuevo' y protagonizó con Victoria Abril tórridos momentazos en Átame que aún hoy a algunos enfermos como a mí, nos producen sueños de esos... Enamoró a Madonna pero se mantuvo aparentemente fiel a su mujer de toda la vida hasta que llegaron Hollywood y Melanie, y con ellos, su escándalo más grande hasta la fecha. Dejaba a su chica de siempre para irse con una actriz madura de Hollywood a la que le quedaban pocos papeles que representar y muchas ganas de carne latina para saborear.
De aquello poco queda ya. La imagen de pareja boom les sirvió de gran ayuda para promocionar su primera peli como director, Crazy in Alabama, que por cierto, es digna de disfrutar. Tras ello, llegó la calma y una vida a toda costa perfecta. Como director, nos dió un coletazo más de buen gusto y de riesgo en El camino de los ingleses. Pero solo fue un resquicio... Banderas ahora es capillita, pregonero para todo y abanderado de una 'digna madurez' de la que hace eco por doquier. Observamos cómo los iconos de nuestro cine terminan siendo tan sólo un eco de lo que nos gustó:
Hace unas semanas veíamos a un Liberto Rabal aburrido, sin sex appeal alguno, y pecando de excesivamente culto en La Noria. Otro que nos calentó para nada... Micky Molina, con más o menos suerte, también ha tratado de reformarse para aparecer hecho un señor con pintas de conde burgués. Javier Bardem nos aburre profundamente con un rojismo ya casi rancio y su esposa (y mi mayor ídolo viviente) Penélope Cruz, que siempre fue sosa pero con un punto madrileño que la equilibraba, ahora se empeña en ser la perfecta estrella de Hollywood en la que ya no queda nada de la Gran Vía que la forjó. Réquiem por una generación que nos hizo soñar, que rompió barreras y que hoy tienen una estrella en el suelo de Madrid, un Madrid que se resiste a pensar que se fueron.
Es de agradecer por ello, las apariciones, aunque sea en Pasapalabras o Sálvames Deluxe de grandes rompedoras como Rossy de Palma, Victoria Abril, Loles León, Miguel Bosé, Alaska o Bibiana Fernández. En ellos queda lo auténtico de saberse diferentes, de ser conscientes que ayudaron a cambiar muchas cosas y de ser referentes para las oleadas de jóvenes que desde entonces se traslada a Madrid cada año para realizar su sueño.
La generación Almodóvar está en deterioro, o simplemente se hace mayor como todo en ésta vida. Siento nostalgia por esa esquina en la que Kiti Manver, haciendo de modelo malagueña cargada de sueños en el Madrid de los 80, mueve su melena en Pepi, Luci y Boom... Me encantaría volver ahí, coger un Mambo Taxi y que Carmen Maura me llore desesperada mientras Maria Barranco nos espera en el rellano, con unas cafeteras por pendientes...
Optimismo obliga y me hace creer que mi generación si hará cosas importantes cuando se quite el complejo y la carga de hacer algo digno y premiable. Ojalá Macarena Gómez, Verónica Echegui, Quim Gutiérrez, Raúl Arévalo, María Valverde, Miguel Ángel Silvestre y el largo etcétera de buenos actores que siempre abunda, sigan esa estela de artistas patrios que siempre nos ha hecho mejores, y diferentes. Ojalá hallen en su camino quién los dirija con la desvergüenza y el amor al arte que un buen cineasta precisa.
Mientras todo se gesta, disfrutaré de Bibiana y Loles juntas en La Gran Depresión. En el Teatro Alameda de Málaga del 17 al 27 de Noviembre. Seguro estoy de que me retrotraerán a esas épocas doradas:
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