miércoles, 14 de abril de 2010

y me he dado cuenta ahora...

Es puro sentimiento, entretenimiento, pretensión, convencimiento.
Puede ser llamado como se quiera, pero es algo que no está al alcance de todos. Podría ser casi elitista. Cuando se tiene, te sientes elitista, te sientes hasta fascista, en una dictadura marcada primero por un querer, después un poder y finalmente un deber.
Deberse a es duro hoy día, pero puede que esa dureza radique en la confusión que se crea con el termino esclavitud. Y aquí la esclavitud no es de unos cuantos negros, es de unos pocos ilusos, aferrados a una ilusión, a un deseo y a un estado cuanto menos efímero.
De qué factores depende lo efímero nadie lo sabe, pero todos saben que lo es y en último termino solo queda aferrarse al disfrute.
El disfrute si depende de muchos factores fácilmente reconocibles. Del buen sexo, del bien hacer, del bien sentir, del bienestar y de todo eso que constituye la deseada felicidad.
La felicidad jamás entendió de egos, de egoismos ni de mentiras. La felicidad solo vive en aquél que sepa disfrutarla, puesto que si no es disfrutada, la felicidad es malgastada y pasa a ser indiferente y extraña al cuerpo en el que habita. Muere.
La felicidad muerta es el peor estado de luto jamás habido. Puedes velar a un ser querido y saber que el sentimiento será pasajero, incluso podrás predecir cuándo volverás a sentirte 'normal'. Pero velar la felicidad que murió es peor. Es la incertidumbre en su mayor expresión, y la unica forma de verlarla será llorar hasta quedarte amargamente seco. La sequedad es, sin duda, lo más parecido a la muerte.

Y me he dado cuenta ahora que vuelvo a estar en esa élite de felicidad plena, felicidad que suplanta a todas las felicidades anteriores y que vuelve a mojar las sequedades pasadas.

Mojaos todos, sed líquidos y empapad todas esas grietas que la sequía ha dejado en vuestras almas.

Yo prometo avisar si vuelvo a secarme, solo entonces necesitaré el agua que ahora me sobra.

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