lunes, 5 de noviembre de 2012

Querida Violeta, igual no es tan difícil.

    Observo sus vidas, de apariencia perfecta. Cada mañana. No les importa madrugar aún no habiendo necesitado de cafeína para arrancar el día. Su felicidad es tarareada en melodías de Maná, o de Bebe. No miran el móvil, intuyo que seguros de que al final del trayecto estará ahí ese mensaje de buenos días. Yo no paro de actualizar.
    Les sientan bien los lunes, la lluvia, los huracanes, la crisis, la telebasura. Ante nada dibujan un mohín de disconformidad, de pereza. Viven seguros de un sexo pleno pese no haber improvisado posturas en los últimos diez años. A mí me duele el cuello.
    Son felices. Yo los observo creyendo que en mi inconformismo ante las rutinas hallaré la mía propia. Mi felicidad. Ellos siguen con sus manos firmes al volante sabiendo qué dirección tomar. Las calles, a mí, se me hacen laberintos.
    Los observo, me adelantan. Cada vez más sonrientes. Limpio las cincuenta gotas de agua que para ellos serán las cincuenta sombras que conforman toda su lectura.
    Al final llego. Ellos también. Bajan sonriendo y deseando buenos días.
    Ya han leído su mensaje.


    Querida Violeta, igual no es tan difícil.

    Jesús Galeote.

    


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