Aquella noche estaba dispuesta a dar todo de sí misma. Había pasado tantos años apartada del cariño, del deseo de los demás, que ese día se lo iba a llevar todo de golpe. Citó a ocho chicos, sin más miramiento ni requisitos que el de ser 'buenos eyaculadores'.
Llegó ansiosa, pero también con miedo, al descampado que se extendía tras la antigua fábrica de cemento. Apenas intuía sus caras, pero allí estaban, esperando en círculo su llegada. Los ocho falos no tardaron en relucir color plata bajo la luna llena, Yeya, totalmente fuera de sí, comenzó a masturbarse con tal presión que en unos segundos sus dedos se mancharon de rojo sangre. Los chicos, unos más portentosos que otros, comenzaron un ritual de pajas por doquier que a Yeya ya poco le importaba. Estaba ahí en medio, sintiéndose el blanco, la diana roja donde grandes dardos ya apuntaban...
El primero cayó en la espalda, en la paletilla derecha, seguido de un gemido. Los siete restantes no tardaron en llegar; el cuello, la barbilla, el pecho, uno en el muslo que buscó y adentró en su vagina y así hasta el dardo final. El suyo propio.
Para cuando consiguió calmar su respiración ya todos se habían ido. Había estado tan absorta que no había oído los sucesivos rugidos de motos o coches alejándose. Todos, menos uno... A su derecha, y más cerca que en la rueda anterior, se acercaban los gemidos de un chico a punto de correrse...
Los cálculos habían fallado. Un noveno, más mayor que el resto, parecía no estar dispuesto a perder su propia partida...
Los Reyes de la Pista. Por Jesús Galeote (portada e ilustraciones por Antonio Meléndez).
En Febrero edición papel y ebook.