miércoles, 18 de enero de 2012

El chalet del ruso.


    Por el chalet del ruso pasaron modelos, presentadoras de televisión, chicas de anuncio, desconocidas espectaculares y hasta hijas de nobles ávidas de nuevas experiencias. Cuanto mayor era el nivel de la chica, más crecía la exigencia de Jacob. Se convirtió en una obsesión y su expectación al abrir la puerta llegaba a cotas insanas. Dejaron de interesarle las chicas que recibía y Madame Caroline no sabía como contentar ya a su mejor cliente. Un día, Jacob le pidió por teléfono 'por favor sorpréndeme, pero ésta vez de verdad'.

    Dos horas más tarde sonó el interfono del chalet. Ésta vez, tras abrir, Jacob salió al porche ansioso de ver su sorpresa, no pudo esperar dentro como hacía siempre. Del sendero rodeado de césped que llevaba del portón a la propia casa no se oía sonido de tacones esa noche; en su lugar, un chaval de apenas diecisiete años caminaba hacia el porche con paso firme y decidido, pero sin mirarlo directamente a los ojos. En seguida notó que aquel chico estaba como un flan, quizás Jacob era su segundo o tercer cliente, por no decir el primero. El ruso enrojeció de cólera, quiso entrar, cerrar el paso al joven y llamar a Madame Caroline al instante, sin embargo un simple 'buenas noches señor' con voz tímida y un poco temerosa frenaron su irreverencia. Aquél joven adolescente estaba mucho más asustado que él, no cabía duda. Lo invitó a pasar, sirvió dos copas y empezó a escudriñarlo con la mirada. Era guapo, bien proporcionado, educado e inocente.


    Los Reyes de la Pista. Por Jesús Galeote con ilustraciones de Antonio Melendez.
    (Febrero 2012 edición papel y electrónico).