La eurótica del poder, otrora imperial y feudalista, ahora en manos de republicanos (esos sí igual de bárbaros), pierde fuelle en una comunidad estrellada sobre un fondo azul que nunca fue el color de la esperanza. La eurótica del poder hoy significa hipocresía, falsa ayuda y cooperación condicionada a una adoración perpetua por el gusto germano de hacer las cosas. Al fondo de la eurótica, el país que sólo destaca más que por pobre latino que pretende imitar lo norteño.
Norte - Sur siempre distintos, siempre irreconciliables. Los primeros que necesitan de los segundos para suavizar el carácter y los segundos que necesitan de los primeros para poder seguir siendo carácter de referencia. Contrariedad, desatino. Tendencia al no cambio y a la poca voluntad de cambio de un sistema que sobrevive por su propia crueldad y por su propia diferenciación de términos. El comunismo nunca interesó al mundo más allá de bolcheviques o, una vez más, imitadores caribeños y latinos.
La Eurótica que deslumbra a adolescentes americanos, a amantes de la moda, a coleccionistas de arte, a refinados anticuarios o a excéntricas súperestrellas, nunca deslumbrará por ser Europa ni encontrará escenario internacional donde ser la estrella protagonista. Al menos no de la forma en que ahora actúa. Papeles complejos para secundarios inexpertos, o mejor, secundarios frustrados tras años de primera figura.
O peor, repartos corales que nunca funcionaron.
Jesús Galeote.
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