Y al final te expones, como hacemos todos.
Nunca fuiste, en contra de lo que piensas,
el rey del disimulo en ésta ciudad de apenas cuatro calles.
Y estrechas.
Nunca mostraste todo el fuego que ahora quemas
mientras que la ciudad, en cambio,
se inunda de un agua embarrada que pesa.
En las suelas.
Es de ley hacerte por fin dueño de tus pasos,
de no seguir esa riada que acaba,
con suerte, y con lodo,
en un pantano de mierda.
Que apesta.
Suerte y lodo.
Jesús Galeote
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