Un chino casi muere asfixiado al enviarse por correo a su novia. Así de directo. Al parecer el chino quería sorprender a la chica mediante un servicio de mensajería urgente que calculó tardaría media hora en llegar a la oficina de su amada. No fue así, la media hora se convirtió en seis medias horas y a la llegada a la oficina, dentro de la caja sellada, dormitaba el amante en los umbrales ya de su lecho de muerte.
El final fue feliz gracias a la reanimación médica y la novia no sabemos muy bien si recordará la escena con el romanticismo que la provocó. Yo la veo así, romántica no, romantiquísima. Y si el final hubiera sido muerte, ¿qué mejor metáfora la del amado que muere por su amada en una caja que la otra no abrió a tiempo? Desde luego para la chica, de la que no sabemos su nivel de necrofilia, no hubiera sido agradable, pero con los malos tiempos que corre la lírica... aquí tenemos un filón de órdago.
Si de amor ya no se muere, decía la canción. De amor se puede morir hasta del asco, digo yo. La noticia correrá como la pólvora via twitter y canales internacionales. El chino será objeto de burla hasta la saciedad, pero sólo de pensar que se metió en esa caja por ver la cara de su amada al abrirla, se me erizan hasta las uñas de los pies en ésta mañana de año nuevo que tan incierto se presenta.
La historia dirá para qué fue tan mala ésta época, éstos tiempos. Quizás casos cómo éstos demuestren dentro de siglos que no fue tan mala para el amor, que si se da en tiempos del cólera, por qué permitir que no se de en tiempos de crisis. O en tiempos de correos electrónicos.
Olé por el chinito-paquete.
Olé por vuestro nuevo año que os gratifique con muchos paquetes de éste tipo... y vivos, por favor.
Jesús Galeote.
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