lunes, 9 de enero de 2012

Via Laietana


    Recuerdo mi primera vez en Barcelona. Fue en Enero, hacía frío y recorrí mil veces la Via Laietana. Me hospedaba en La Barceloneta, en calle San Miguel en un apartamento integrado en una antiguo edificio con corralón.
    Mi cultura hasta la fecha sobre Barcelona se basaba en ideas falsas sobre nacionalismos y en una historia republicana y revuelta bastante confusa en mi mente.
   
    La Vía Laietana es una de las más importantes y céntricas avenidas, que discurre entre la Plaza de Cataluña y el paseo de Colón, y para mí fue durante tres días el hilo de unión entra la vieja y casi olvidada Barceloneta con el centro más vivo de la ciudad. En la Via Laietana viví una manifestación, viví el ajetreo diario, la calma nocturna y sus cientos de establecimientos; unos antiguos y otros muy modernos. Era la primera vez que veía un fast food verde o uno de los edificios más bonitos de una ciudad con historia. Barcelona fue para mí toda una revelación. Quise coger un taxi para sentirme Cecilia Roth llegando de nuevo. Yo también llegaba, pero DE NUEVAS, y aún hoy, hay muchos meses de Enero que quiero volver a esa ciudad rara.
    En la Barcelona de contrastes, jamás me sentí como un turista más. No soy de los típicos que se asombró con el Parc Güell o la Sagrada Familia y lo tiene en su recuerdo como símbolo de la ciudad Condal. A mí me maravilaron otras muchas cosas que hoy siento necesidad de volver a vivir pero que explicar no puedo.

Bullicio o absoluta calma, callejón o imponente avenida, Catedral o Sagrada Familia, putas o rancias señoras, Gótico o Gracia, Rambla o Marítimo. Todo en Barcelona es raro. Todo, excepto las ganas de volver.