martes, 3 de enero de 2012

2012


    Hace un par de años ví una peli titulada 2012. La peli trata, una vez más, sobre el fin del mundo. Pero ésta vez con una esperanza. Estados Unidos fabrica un submarino especial que sobrevivirá a la Gran Inundación que convertirá el planeta en agua. En el submarino, con capacidad para unos pocos de cientas personas, hay lista VIP de Supervivientes formada por señores ricos que han asegurado sus plazas para sus familias. Al final, es el propio presidente de Estados Unidos quien renuncia a su plaza en un acto de heroicidad y de humanidad in extremis que ya de poco servirá. El mundo acaba con una gran inundación y el submarino sale a flote en un nuevo horizonte de agua infinita y atardecer naranja.
    La película es una patochada, pero como siempre, la moraleja para moralistas está en bandeja. Yo os aseguro que prefiero no vivir a bordo de un submarino el resto de mi vida por muy tentador que resulte ser el colonizador de una nueva tierra. Que por mi plaza no renuncie ningún presidente que ya me esforzaré yo en subir a la montaña más alta o en nadar cual David Meca si la inundación me sorprende y pese a que el final sea seguro. No quiero nuevos mundos ni le temo al final del que conocemos.

    Si en 2012 se acaba todo me habrán quedado muchas cosas por hacer. No he probado el crack, no me han hecho un bukake, no he visto a la Pantoja en concierto, no he ido a un concurso de televisión, no he grabado un disco, no me he casado, no he tenido nada con el guapo del instituto, no he hecho un safari en Kenia, no he recibido todo lo que he dado ni he he recogido aún todo lo que he sembrado. No me he operado de nada, no he tenido nunca escayola, no tengo ningún piercing y tampoco he estado en New York.
    Sería muy triste si acabara todo en 2012, pero es que si pusiera la lista de todo lo que sí he hecho, a lo mejor pensáis cuánto me ha cundido desde 1981. Por eso no haré propósitos de año nuevo ni promesas que no valen nada. Haré como hasta ahora, vivir tan pancho y equivocarme en todo lo que sea necesario. Y no os voy a dejar ni lección ni moraleja, puesto que en todo éste tiempo no he aprendido otra cosa que no sea conocerme.
    A los que subáis al submarino os pido que os esforcéis por crear un nuevo mundo tan sólo la mitad de maravilloso que el que se acaba.
    Besos naranjas, de apocalípsis.