La cuarta, la definitiva, la del sonido del casette emitiendo una grabación de tan sólo dos días de antigüedad. La primera fue fría, Glen ni miró atrás. Iba satisfecho, con su objetivo cumplido, el del polvo de una noche de drogas. En la segunda giró un poco la cara, y ahí estaba Russell, mirándolo marchar desde su ventana, como ya hizo en la primera. En la tercera no pudo contemplarlo caminar por el jardín... Glen en cambio si miró, pero Russell prefirió permanecer en la cama tras saber que ya jamás volvería a despertar con él.
Algunas personas, por esclavizarse a sus palabras y a sus hechos, dejan pasar trenes de esos que con seguridad te llevan al destino acertado. Prefieren coger otro con destino a Portland.
Ojalá Glen, alguien como Russell vaya a la estación cuando te canses de América...
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