lunes, 27 de agosto de 2012

Lamentaciones.

    Asfixia, sudor, vuelta de todo. Dormir en Málaga por la mañana es muy difícil cuando has pasado una noche de fiesta y un amanecer agitado. El despertar, en horas de sobremesa, es aún peor. Quieres volar. Pies en polvorosa. Para algunos amigos es cobardía, para otros es dejar ese ambiente repetitivo, ese 'nido de culebras'. Aléjate, aléjate.
    Los domingos de las lamentaciones son terribles y hacen derramar mucha tinta. No es nada nuevo. También hay quién me confunde, me ubica y cataloga en círculos que en realidad no me pertenecen. Y pierdo la independencia de la que tanto tiempo presumí. Igual no están tan equivocados y si deben 'secuestrarte y llevarte a la Wengé a bailar haciendo el indio' la próxima vez que me vean. Ojalá.
    Ojalá otoño y su confusa claridad, su aire de comienzo, sus sopas y su carne estofada. Sus cafés con frío y el humo del cigarro multiplicado por el vaho. Su Madrid una vez al mes, su Shanghai, su Mumbai. Mis otoños preferidos de persona estable y normal.
   
    Estar cansado de UNO MISMO es duro. Más aún que estarlo de los demás, pues es a ellos a quien culpas siendo inocentes de todo. ¿De todo?. Me gusta asumir mis errores aunque tarde. Pero a veces pienso que me culpo demasiado por no herir a quienes también pusieron su grano de arena en ésta desdicha, a quién quiso que llegara el invierno sin querer del todo alejarse del verano. Las estaciones han de ser pasajeras, tanto como cursis han de ser mis textos. Pasajeras para que cuando vuelvan en un año, sí que apetezca vivirlas con otros aires, con otras fuerzas y con otros ojos. Pero un día te das cuenta que hay un ojo que nunca has cerrado del todo, y es ese que mira de reojo el canal que siempre pones en la televisión aunque ahí ya no aparezcan títulos de crédito. Sí amigo Ángel, me quedo con ésta frase que me dijiste el domingo de las lamentaciones para cambiar de canal de una vez por todas.
 
    Me es indiferente que me acusen de sobreexpuesto. Guste o no, soy escritor y es la única y mejor forma que tengo de canalizar mis disculpas, de afirmar mis pensamientos, de corregir mis errores. Contándolo. Contándolo y aludiendo a metáforas que sólo el destinatario de ellas debe comprender y que a los demás ni siquiera deben importar. Por un momento de ira, ahora apagada, he podido destrozar un castillo que de alguna forma se sustentaba, es cierto, pero quizás en otoño sólo haya una cosa de la que me arrepienta, de haberlo derruirlo por ira y no por simplemente querer dejar libre el espacio para volver a construir uno más bonito...
 
 
    El fin no siempre justifica los medios.
    Las lamentaciones no justifican los actos, sólo pretenden corregirlos.
 
    Jesús Galeote.
 

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