martes, 21 de agosto de 2012

En nuestro caso David, van a ser increíbles!

    Ayer me llamó David y me espetó, casi gimoso, '¿por qué todos sois iguales?, ¿por qué ya nadie confía en los encuentros del metro, o del bus?'. Continuó así lloriqueando durante unos intensos diez minutos en los que yo, cual estandarte de la verdad, lo tranquilizaba con buenas dosis de realidad y un poco de humor negro. David es enfermero, tiene veintitantos, y detesta que la gente use grindr, bender o facebook para ligar. Los románticos chicos de hospital...
 
    Puede existir un componente literario o cinematográfico en su ámbito profesional propiciado por series del tipo George Clooney o Dr. Vilches, pero nada de ello justifica su absoluto romanticismo y su falta de realidad ante una sociedad que ya no confía en lo desconocido y fortuito, o que quizás confía en exceso y por ello falla. Falta equilibrio. Follar, con cualquiera; en cambio enamorarte, sólo de aquél que llevas persiguiendo años, que sabes su vida al dedillo y que te ha enamorado en éste gran Reality Show que llamamos vida, pero que tiene mucho de ficción y que se está prolongando más de lo previsto.
    Con ello David ha aprendido que nadie es más malo por buscar el amor a golpe de clic, pero para nada le ha contentado. Sigue pensando que vivimos asfixiados por querer tirarnos a todo bicho viviente, por querer conocer todos y cada uno de los chicos populares del show y por querer mantener con cada uno de ellos una gran historia de amor aunque empiece de rodillas. Razón no le falta aunque y ni siquiera quien escribe se excluye de la manada. Pero esa asfixia nos llega cuando empezamos a acusar la falta de tiempo para todo ello.
 
    Hoy, para muchos es Septiembre. Hoy se cierra una vez más ese ciclo vacacional, festivo e insensato que se basa en nada y en querer hacerlo todo en el menor tiempo posible. Es así la vida que muchos amamos. Y no es que vaya a dejar de gustarnos, pero yo al menos pienso empezar a prolongar mis espacios vitales de forma que dedique más tiempo a cada cuestión. Ni todo es exprimir ni vivimos en un vaso de zumo gigante. Ahora, por medio de David y de su capacidad ilusoria, voy a concentrarme en otros momentos y proyectos que antes se me hacían perezosos pero que ya ha llegado la hora de coger con todas las manos. Ya soy mayor, también para el amor.
 
    Suena cursi, pero no me inspira escribir sobre estampados animales, ni sobre diosas indias por mucho que ame a M.I.A y a sabiendas que con ello recibiría más visitas. No. Me gusta hablar sobre cosas tangibles y que preocupan a todos, y estoy muy seguro, no sólo por David sino también por muchos más que me léeis, que se está pidiendo a gritos una vuelta a la normalidad con todas sus letras. Ojo, la normalidad no confundida con sencillez o simplicidad, que no es así cómo la quiero. La normalidad llevada al punto en que te tropezabas con alguien en la calle, pedías disculpas y las disculpas llevaban a un café de dos horas y a un teléfono escrito en un papel. Encuentro más morbo en eso que en una red social para amantes de lo instantáneo, sinceramente...
    Éste que escribe, desinstala Bender, apaga los Datos, y se pone con su trabajo que también forma parte de ésta vida de mayor que me lleva a sermonearme a mí mismo y a esos que tan tranquilamente ahora ojean su aplicación radar de cabecera. Disculpen mis ofensas, como yo a menudo disculpo las vuestras.
 
   
 
 
    El primer paso para cambiar las cosas es imaginar cómo quieres que sean.
 
    Un imaginativo Jesús Galeote.
 
 

 

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