He oído éstos días multitud de críticas conservadoras hacia el cada vez más nacionalizado Halloween. A las críticas, se sumaban comparaciones de que popularidad tenía el hecho de salir de noche rollo cadáver contra el ir al día siguiente a visitar a los muertos a los cementerios.
Jamás he entendido el gastar tiempo en los telediarios en algo que realmente no tiene ni discusión ni debate. Estoy de acuerdo con que la popularidad de la fiesta que nos llegó de América ha cotizado éste año más alto que nunca. De ahí, a que haya que comparar, valorar o incluso predecir que desplace a la nuestra, es totalmente absurdo.
Para empezar, en España, el día 1 de noviembre es festivo, con lo cual, la noche anterior, todo el mundo saldrá a la calle, disfrazado o no. De los que salimos a la calle esa noche, disfrazados o no, NINGUNO, o menos del 10% irá al día siguiente al cementerio. Pero eso ha ocurrido siempre. La gente joven, que es la que disfruta básicamente la noche de Halloween como tal, siempre ha pasado la mañana del día 1 de resaca en la cama, hombre ya.
Enfoquemos bien lo que son tradiciones y lo que son fiestas. Ni mi madre se plantea que la tradición de ir al cementerio desaparezca, ni yo me planteo que la gente no quiera disfrazarse la noche anterior por ser una tradición americana... Las noticias apocalípticas no hacen más que difamar y demostrar, una vez más, que la calidad de la información está a niveles más que deseables en nuestros telediarios.
No creo que se trate de estar ni a favor ni en contra. El lunes por la tarde visité los nichos de mis abuelos, posteriormente me maquillé cual gótico y me fuí a la calle como el 99% de la humanidad; y ayer, día de todos los santos, me levanté, vomité y me puse por quatrigésima vez Volver para dar un poco de ambiente y lacrimoseo a mi tarde. Dejen ya de tocarnos el fandango con lo que adoptamos de afuera, y piensen un poco más que podríamos exportar nosotros aparte de los toros y el flamenco.
¿Truco o trato?
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