Me tiene amargado. Tras asesinar y desfigurar, además por ese orden, a Jean Paul; largarse de la casa, desaparecer durante horas, no ayudarme a limpiar los restos de la masacre y volver arrepentida y vomitando, Tyler ha salido SOLA ésta tarde.
Tyler se cree independiente y de vez en cuando me lo hace ver de éste modo. Es una hija de puta. Me he pasado la tarde solo intentando reparar las sábanas de seda. He hecho café, cómo a ella le gusta, bombón, y me he sentido inútil. Cuando vuelva pienso refrendarle su actitud. ¿A qué esos aires de autosuficiente? Quiero recordarle que no es más que una perra islandesa a la que recogí y dí cobijo como nunca hice con nadie.
La muy hija de puta ha estado en ese bar dónde conocimos a aquél sueco y a su chiguagua. Tyler se enamoró perdidamente, del sueco por supuesto, y tuve que llevarla varias veces a merendar a ese lugar.
Hoy se ha ido sola. La camarera, la cuál me entiende porque vive con una gata austríaca que al parecer sale todas las noches a cazar murciélagos que luego aparecen degollados en su mesita de noche; es mi cómplice y me ha telefoneado para decirme que la hija de puta de mi perra ha pedido batido de caramelo con nueces y se ha sentado en la misma mesa en la que el sueco suele merendar batido de caramelo con nueces.
No estoy dispuesto a pasarle ese tipo de puñaladas por la espalda. Es una súperhijadeputa y sabe firmemente que entre el sueco y yo hay algo.
Le he preparado una trampa. Cuando vuelva, encontrará la casa sola porque yo habré salido a cenar con el sueco, que me ha llamado muy triste porque su chiguagua se encontraba muy enfermito. Ya la puedo imaginar revoloteándolo todo y ladrando a lo desesperado a algún punto muerto de la casa. No os he contado que Tyler cree que ve muertos desde el día que vimos ese documental de Cuarto Milenio en el que hablaban de la capacidad sensorial de los animales para comunicarse con el más allá. La muy cerda, además de asesinarme a los amantes y saber que alguno está emparedado, es capaz de seguir asustándome con el jueguecito de ponerse a ladrar como una loca hacia alguna esquina de la casa. A veces, incluso simula diálogos con los muertos y me mira cómo si estuvieran hablando de mí. Tyler es escalofriante.
Pero hoy va a ver muertos de verdad…
El sueco ha venido con el pobre chiguagua y en un momento que el sueco iba al baño he matado al perro, aprovechando la coyuntura de su enfermedad, claro está. Ya he desarrollado esa habilidad de no ver la muerte como una fatalidad, sino como una circunstancial casualidad que no debe ser analizada más allá del propio hecho de morir. Si dios no lo recoge, yo se lo envío.
Sin que el sueco se de cuenta, he dejado al pobre animalito colgando en el rincón de los muertos favorito de Tyler. Ahora si tendrá por qué ladrar…
El sueco y yo nos hemos ido a cenar fuera, lo he consolado y se ha ido con la ilusión de que yo le daré una buena despedida a su chiguagua, ya que él se ha sentido incapaz.
Acabo de llegar a casa. Tyler está lamiendo al pobre chiguagua desde abajo. Es una súperhijadeputa y además, necrófila.
Me mira y se relame.
La detesto.
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Ilustración: Tyler saborea un badito de caramelo con nueces. por Ale Ariza.
Primer capítulo: Tyler, la perra islandesa con la mandíbula más prodigiosa
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