jueves, 2 de febrero de 2012

SALAI. Aprendiz, discipulo, amante, chapero.


    Del minuto de gloria, tan anelado por casi todos, es impredecible adivinar cuando llega. De repente, unos 500 años después de tu paso por el mundo, alguien descubre que aquél cuadro que pintaste imitando a aquél otro de tu maestro, es de una calidad casi igual al original y tu obra ya no es tratada como una copia más, sino como la más fiel y coetánea, a la gran Gioconda.
   
    Algo asé está ocurriendo con Salai, o con Melzi; ambos aventajados alumnos / amantes de Da Vinci. Pero por lo díscolo de su figura y por su similitud a ciertos enfant terribles que conocemos hoy día, me quedo con Salai como mi gran descubrimiento de la semana.

    Salai llegó a casa de Leonardo con tan sólo diez años, y pese a no haberse podido demostrar, es casi categórica la afirmación de multitud de historiadores y biógrafos de que el genio mantuvo con el chico una relación homosexual y pederasta (al principio obviamente) durante veinticinco años. Ahí es nada. Leonardo lo llamó Salai (su nombre real era Giacomo) por ser ese nombre de diablo, y, al año de acogerlo, ya anotó en un cuaderno que el chico era un "ladrón, embustero, obstinado, glotón". Pese a todo, la absoluta pasión por él hizo que lo mantuviera a su lado todos esos años. Se han descubierto anotaciones, dibujos eróticos y un sinfín de archivos que demuestran la preferencia a todos los niveles de Leonardo por Salai.
    Del joven, se sabe que vivió junto al genio como aprendiz, pero también como amante y como 'mantenido'. Salai, de reconocida belleza, aprovechó su encanto para mantenerse junto al genio, prescindir de su familia y convertirse con el tiempo en uno de los grandes herederos del pintor. Tras Da Vinci, sin embargo, contrajo matrimonio con una joven florentina. Evidentemente sería época de matrimonios de conveniencia o tapadera, pero a su vez, eran tiempos de extendidísima homosexualidad en Florencia (hasta el punto de acoger la palabra Florenzer para denominar en alemán a los gays de la epoca), con lo que ni malo ni bueno, no había tanta necesidad de engaño en el seno de un permisivo renacimiento italiano.

    Salai podría ser a día de hoy uno de tantos modelos, jóvenes y bellos, que embaucan a grandes diseñadores, pintores, músicos o fotógrafos; convirtiéndose en musas, amantes y generalmente en parásitos de sus mentores. Seguro que a todos os vienen a la mente un montón de imágenes de Karl Lagerfeld, Marc Jacobs, Elton John, Madonna o cualquier artista influyente de avanzada edad rodeado de esculturales jóvenes casi en la pubertad. El propio Truman Capote se retrata como 'trepa' en sus Plegarias Atendidas (por citar a uno entre tantos) importándole nada el sexo ni la edad de sus mecenas por tal de cumplir sus objetivos de joven escritor. Y ni vamos a acusarlos a todos de trepas, ni tampoco ser trepa tiene que ser una acusación, pero de ninguno de ellos (excepto de Capote POR SUPUESTO) se conoce aún ningun otro arte que no sea el de lucir cuerpo en los yates de Saint Tropez.
    De Salai al menos, si se confirma, se han necesitado 500 años para descubrir que pintó una gran Gioconda, la 'gemela', que en unos meses podrá ser vista en el Louvre junto a su hermana Mona Lisa. Aprendiz, discípulo, amante o chapero, hoy la imagen de Salai se despoja del barniz diablesco que tantos años le ha acompañado.


El San Juan Bautista de Da Vinci, no es otro que nuestro amigo Salai.
Éste cuadro ha suscitado miles de visiones eróticas, homoeróticas y provocativas a lo largo de los años.