miércoles, 11 de abril de 2012

Caléndulo.

    Ayer comenzó la anunciadísima Luna, el misterio de Caléndula. Que si la vuelta de Belén Rueda a la tele, que si un guión espectacular, que si una localización magnífica que si que si que si... CREPÚSCULO a la española. Sin más. Admito que jamás he visto Crepúsculo, pero es que hoy día no necesariamente hay que ver una peli o seguir una serie para saber de que va. He visto cortes, tráilers, de todo... y anoche ya tuve varios déjà vu. Ver el momentazo de la hija de Belén Rueda quedándose prendada del Hombre Lobo (o sospechoso de) en el recreo del instituto fue todo un orgasmo visual para los que esperábamos la versión española de la saga de vampiros más famosa de la historia.
    Sinceramente lo aplaudí, porque fue un gustazo sensorial para adictos a la ficción de mi calaña, a los que en el fondo la originalidad nos la termina sudando y preferimos un 'relacionar' para criticar de vicio y comparar con gusto. Seguiré un par de capítulos más el misterio de Caléndula, pero como suele ocurrir con los guionistas de series patrios, en el primer capítulo dan tanto que terminan desvelándolo todo para luego intentar liarnos con vuelcos nada convincentes que no son más que una muestra de su temprano error.
    Vamos que me he quedado agusto viéndola y criticándola. Me parece un grado positivo que Antena 3 vuelva a retomar cierto nivel en series y programas y por fin vuelva a ser competencia de la patética Telecinco. Caléndula no será comprada por ningún otra televisión extranjera como ocurrió con UPA Dance o Física o Química en Italia. Pero al final lo que vende es la carnaza. A Caléndula le auguro una mediana audiencia (aunque en su estreno fuera líder) y un nuevo sex-symbol pubértico con patillas de hombre lobo y cara de niño motero que se tirará a la rubia bailarina y que es infinitamente más mono que el de Crepúsculo con su cara de congelación constante:

Álvaro Cervantes





   

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