Sinceramente lo aplaudí, porque fue un gustazo sensorial para adictos a la ficción de mi calaña, a los que en el fondo la originalidad nos la termina sudando y preferimos un 'relacionar' para criticar de vicio y comparar con gusto. Seguiré un par de capítulos más el misterio de Caléndula, pero como suele ocurrir con los guionistas de series patrios, en el primer capítulo dan tanto que terminan desvelándolo todo para luego intentar liarnos con vuelcos nada convincentes que no son más que una muestra de su temprano error.
Vamos que me he quedado agusto viéndola y criticándola. Me parece un grado positivo que Antena 3 vuelva a retomar cierto nivel en series y programas y por fin vuelva a ser competencia de la patética Telecinco. Caléndula no será comprada por ningún otra televisión extranjera como ocurrió con UPA Dance o Física o Química en Italia. Pero al final lo que vende es la carnaza. A Caléndula le auguro una mediana audiencia (aunque en su estreno fuera líder) y un nuevo sex-symbol pubértico con patillas de hombre lobo y cara de niño motero que se tirará a la rubia bailarina y que es infinitamente más mono que el de Crepúsculo con su cara de congelación constante:
Álvaro Cervantes
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