De cuando en cuando aparecen nuevas especies a medio camino en el proceso de evolución natural. Una de ellas es clarísimamente reconocible. La marica futbolística, futbolera. La que lo da todo en sus redes sociales por hacernos creer al mundo que adora un Barça - Madrid o que la roja es su pasión. El rojismo lo tenemos todos cada cuatro años, no más. Pero extrapolarlo a un seguimiento exhaustivo de la Liga y a criticar cada rueda de prensa de Guardiola, pues mira no.
Aquí nos conocemos todos chiquis y lo que más os gusta del fútbol es que os cuelen un buen gol, un correr la banda o un buen córner de buen esquinazo. Me cansa la tendencia ésta de jóvenas que a toda costa pretenden que lo gay no sea un estilo de vida cuando al final siempre lo es. Me flipa la diversidad, pero todo con naturalidad, no cuando veo a gentes que han pasado por mi cama destrozarse vivas en un bar de garrullos viendo la Champions. El fingir es sano en sociedad, claro que sí, pero hay cosas que simplemente son de instintos, y algunos muy básicos.
Maricas mediocres, futboleras de tacón.
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