Ayer, tras conocer que Adele había arrasado en los Grammys, leí en varios foros de éstos de 'modernas' que sí que los merecía, pero que la Adele de 19 era la auténtica, la genuina; la de 21, la recogepremios que forma parte del star system, va poco a poco alejándose de aquél espíritu indie con el que la conocieron.
Lo moderno vive en un bucle constante de indie a estrella, que coño!, los modernos hacen, hacemos estrella a lo indie. Una vez que están en lo más alto, cuando hasta mamá sabe quién es la gordita de la canción bonita, comienza el espaldarazo en busca de una nueva que haga algo parecido pero que no suene en el hilo musical de cada tienda.
Y ésto, ni es criticable ni contraproducente. La inquietud de buscar siempre algo nuevo es súper sana y más que fructífera; pero la constante insatisfacción, el mal humor por ir en contra o la cara de asco ante otra que tú no has descubierto llega a cotas ridículas que salen a la luz cuando trágicamente muere una diva convencional y entonces sí es moderno poner vídeos suyos en el muro.
Premios aparte, hemos pasado el fin de semana en London, la City más city de todas. En Heaven remezclaban de pé a pá los álbumes de Perry, Minaj o Gaga y allí, los insaciables modernos lo daban todo bajo un halo cocainómano e hiperventilado. Esos mismos insaciables que sufren ansiedad por descubrir algo novedoso, por comerse el pito del más tatuado o por hacer la foto más bonita del packaging de cualquier fast food.
Al final, para ser moderno, no se necesita otra cosa que cierta madurez. Por muy paradójico que resulte y por muy poca que yo demuestre. Seamos modernos, mirémonos lo de la ansiedad.